Dijo que era remisero y llevó a la víctima junto a otras chicas. Una vez que quedó solo con ella, la ultrajó. La mujer corrió semidesnuda a pedir ayuda.

"Tengo y tuve mucho miedo. Lloraba, me despertaba gritando. Quería que se muriera, que pagara por lo que hizo, porque tengo una hija. Me cagó la vida desde ese día". El cierre de la sentida declaración de M.B.C, una joven de 20 años víctima de un escalofriante caso de abuso sexual, marcó el primer día del juicio oral y público contra un hombre acusado de ese ataque, ocurrido el 12 de noviembre de 2017 luego de que la joven y dos primas salieran de bailar de un boliche de Córdoba y Cafferata. La Fiscalía solicitó 18 años de prisión por los delitos de abuso sexual con acceso carnal, lesiones y privación ilegítima de la libertad.

El caso

El caso que comenzó a ventilarse ayer en el Centro de Justicia Penal (CJP) remite a una imagen espeluznante. Una chica corriendo descalza con el rostro ensangrentado, semidesnuda, gritando en plena avenida Uriburu que por favor alguien la ayudara a salir de horror en el que había caído minutos antes.

En el alegato de apertura del juicio oral contra Carlos Martín G., de 34 años y supuesto remisero, la fiscal la unidad de Delitos Sexuales, Nora Marull, recordó el infierno padecido por M.B.C. luego ir a bailar con dos primas al boliche Maus (Córdoba 3549), el sábado 11 de noviembre de 2017.

La funcionaria recordó que al salir del local, a las 5.30, las primas no encontraban taxis para volver a sus casa. Entonces vieron un Fiat Palio blanco estacionado en Córdoba y Cafferata, y le preguntaron al conductor si era remisero. El hombre respondió afirmativamente, y las jóvenes subieron al vehículo. Primero debía dejar a Samanta y Estefanía en la zona de Saavedra y Rouillón, y luego a M.B. en su casa de Villa Gobernador Gálvez.

Los hechos

M. B. subió adelante y sus primas, atrás. Cargaron nafta en una estación de Avellaneda y bulevar Seguí, y se trasladaron hasta el primera parada, en Saavedra al 5800. Las pasajeras se bajaron y pagaron 50 pesos. La joven restante siguió viaje. Debía llegar temprano porque su pareja y padre de su hija tenía que ir a trabajar. Ya le había avisado que la esperara en la puerta de la casa.

Pero el conductor, según la fiscal, tomó otro camino. Imprevistamente se metió en un descampado cercano a Uriburu y Circunvalación, paró el auto en una cañada y comenzó a acosar a la joven. La chica trató de defenderse en medio de los forcejeos, pero el hombre, de contextura robusta, bajó del auto, dio la vuelta y la tomó de los pelos.

Después la arrastró de lo pies y le sacó los pantalones. Mientras la amenazaba de muerte, la chica le suplicaba que no la matara, que tenía una hija, que no se iba a resistir. Temblando, soportó el cuerpo del agresor arriba suyo mientras la besaba en la cara y en los senos, hasta que la penetró vaginalmente.

La chica lo mordió en el rostro y él le respondió con tres puñetazos que la aturdieron. "Quedé boca arriba, mirando el cielo y los autos que pasaban por detrás. Le pedía por favor que no me matara, pero me amenazaba que me pegaría un tiro. Y en el forcejeo me hice pis", declaró ayer la víctima ver aparte.

Escape

En un momento de distracción del atacante, M.B. pudo incorporarse y salió corriendo por avenida Uriburu. Fue por el medio de la calle sin ropa, descalza, ensangrentada y rogando que alguien la ayudara. Dos jóvenes que se dirigían a trabajar la cargaron en un auto, le dieron una bolsa de supermercado para que se tapara y la llevaron a la Comisaría de la Mujer.

Tras una serie de medidas de la Policía de Investigaciones (PDI), la joven reconoció el lugar y se halló su pantalón, la funda de un celular y los zapatos. El agresor quedó detenido a los pocos días. La descripción del auto que utilizó, su fisonomía y el secuestro de una chomba verde con vivos blancos que vestía ese día permitieron acusarlo como el principal sospechoso del hecho.

También talló en su contra una ronda de reconocimiento positivo, exámenes de hisopado vaginal a M.B. con hallazgo de semen, y la ampliación de declaraciones que consolidaron la acusación.

Juicio

En el inicio del juicio, Carlos Martín G., declaró ante los jueces Gonzalo López Quintana, Gustavo Pérez de Urrechu y Pablo Pinto. Ofreció una versión que difiere de la oficial. Reconoció haber llevado a las mujeres, pero que no era remisero porque trabaja como contratista de obra. Dijo además que la relación sexual con la víctima fue "consentida" y a cambio de dinero, ya que la joven le dijo que "trabajaba". El defensor Marcelo Piercecchi sustentó su alegato en el relato de su cliente.

No obstante, Marull dijo que acreditará su idea del caso en base a múltiples pruebas que volcará durante el debate. Y solicitó una pena de 18 años de prisión por los delitos de abuso sexual con acceso carnal, privación ilegítima de la libertad y lesiones en concurso real.

"Me cagó la vida"

"Tengo miedo a cualquier hombre, hasta al papá de mi hija. No quería que me abrazara, sentía asco, no podía tener relaciones sexuales. No dormía a la noche y me despertaba llorando. Quiero que pague por lo que me hizo, no lo quiero vivo, lo juro por mi hija, me cagó la vida". Con esas palabras, la víctima declaró ayer ahogada en llanto.