Fue testigo de cómo la pareja de su mamá le disparó y se lo dijo al fiscal a minutos del hecho. Ayer el acusado recibió prisión perpetua.

El 12 de septiembre de 2016 a las diez de la noche un fiscal llegó a una casa de Rouillón entre Gorriti y Bielsa convocado por un alerta del 911. Adentro los médicos acababan de constatar de que Daiana Armanino, embarazada de tres meses, estaba muerta con un disparo de arma de fuego. La comunicación preliminar indicaba un suicidio aparente como causa de muerte. Cuando salía de la casa una vecina contó al fiscal que una de las hijas de la mujer estaba diciendo algo muy importante. El funcionario se acercó y escuchó a la pequeña dirigirse a su hermano. "No se pegó ella. La mató Walter. Yo lo vi. Le hizo chic chic y le pegó. Y se murió. No se levantó más. Y ahora está en el cielo con los angelitos".

La nena que dijo eso tenía en ese momento cinco años. Le hablaba a su hermano de 8. Cuando empezaba a hablar el fiscal le ordenó a su auxiliar: "Ponete a grabar". El empleado registró ese inusual diálogo con su teléfono celular. Estaban los tres hijos de Daiana —el tercero tiene dos años— junto con la hija de la vecina. El mayor y la menor estaban en un piso superior. Pero la del medio, que se llama L., presenció la agresión mortal contra su madre. Sus palabras reorientaron el caso de posible suicidio a homicidio. También sus palabras ubicaron un autor: Walter Santos Gómez, de 35 años, ayer condenado a prisión perpetua por femicidio.

A fuego

El legajo del caso mencionará un hecho de homicidio doblemente agravado. Pero se trata no solamente de un hombre que cercenó la vida de una mujer de 23 años, sino que cruzó una marca a fuego en los tres niños que llevarán en adelante el peso de semejante trauma. Sonia, una tía de los chicos, se lo enrostró al mismo imputado al terminar de declarar durante el juicio, donde fue llamada como testigo. "Cómo les cagaste la vida a los nenes, Walter. Dejaste a tres chicos huérfanos".

El juicio terminó ayer con una sentencia que corrobora un acto femicida. Los jueces Ramon Lanzón, Monica Lamperti y Gustavo Perez Urrechu, le impusieron a Walter Gómez la pena de perpetua, por el delito de homicidio calificado por mediar relación de pareja, convivencia y por violencia de género.

"Este es un tema encarado con fuertes singularidades. La testigo presencial del hecho que resulta fundamental para la sanción es una nena de cinco años. Las lesiones que tenía la víctima son de una agresión previa como golpes que databan de cuatro días antes. Es decir que la conducta de violencia de género es clara" dijo en su alegato el fiscal Luis Schiappa Pietra. Que buscó encuadrar el caso en una perspectiva definida. "Las mujeres son mucho menos víctimas de homicidio que los varones. Pero cuando son víctimas lo son mayormente de sus parejas y adentro de sus casas", sostuvo.

El caso presentó oscuridades en la primera versión que ofreció el imputado a los policías llegados a la casa el día del hecho. Les dijo que su pareja se había suicidado y les entregó un revólver calibre 38 envuelto en una toalla con el que, según ese relato, la mujer se había quitado la vida.

El arma en la toalla

La refutación de esa versión estuvo desde el primer momento y fue de la nena. El fiscal presentó el video grabado por su auxiliar de ese diálogo como evidencia pero el defensor de Gómez lo objetó. Finalmente la Cámara Penal aceptó incorporar las imágenes de la pequeña en la escena del hecho como prueba. Tuvo un fuerte peso en la pulseada jurídica. Como también lo tuvo el testimonio de la psicóloga forense Lucía Farray que conversó con la niña en la cámara Gesell, cabinas que se usan para que los menores brinden sus testimonio ante especialistas. La profesional dijo en el juicio que encontró a la niña con una personalidad despierta. Su relato reprodujo lo que había señalado ante el fiscal. Fue consistente y verosímil, afirmó la psicóloga.

Pero la acusación también valoró como fallida la versión de Gómez del suicidio de su pareja. Ocurre que la herida de la bala que mató a Estefanía estaba por debajo de la axila. El ángulo y perspectiva del disparo, que además había sido efectuado a cierta distancia, revelaba que no lo podría haber realizado ella misma. En el cuerpo de la chica no se encontraron marcas de ahumamiento, es decir, indicios de que el arma hubiera sido apoyada cerca del cuerpo.

Este fue un elemento fuerte de cargo que el abogado defensor Luis Rossini pretendió desbaratar convocando a un especialista en Criminalística que terminaría pasando un mal rato durante el juicio (ver aparte).

Los tres hijos de Daiana ahora están al cuidado de su tía Sonia, que es hermana del padre de los niños. En el juicio a Sonia le preguntaron si perduraba en la memoria de la nena, que dio el testimonio decisivo para considerar el caso un femicidio, aquel dramático momento. "Lo tiene grabado. Me dice: «Yo todas las noches me acuerdo de mi mamá»".