Las diferencias en la longitud de las extremidades pueden estar presentes al nacer o desarrollarse después de una fractura o una lesión traumática. Los niños pueden sufrir una lesión que daña su placa de crecimiento y, a medida que continúa creciendo, la discrepancia en la longitud de sus extremidades puede aumentar de forma lenta. En estos casos, puede indicarse un cirugía de alargamiento óseo. A su vez, desde hace unos años, cada vez es más solicitada por razones estéticas.

En la década del 50, el médico traumatólogo Gavriil Abramovich Ilizarov desarrolló los implantes externos, que además de poco estéticos, pesaban unos siete kilos y debían ser llevados durante meses. Eran unos anillos circulares unidos al hueso mediante agujas cruzadas a tensión. Esta técnica dificultaba la rehabilitación y la recuperación de la movilidad articular pero era la única alternativa para lograr el crecimiento o cambiar de forma los huesos de las extremidades.

En los últimos años con la incorporación de los clavos extensibles para tratar este tipo de patologías cambió rotundamente el enfoque del tratamiento tanto para los médicos como para los pacientes.

Cómo funciona

Este tipo de clavos al ir por el interior del hueso previene las desviaciones del mismo en el proceso de elongación. Se puede alargar hasta 8 centímetros y el mecanismo es reversible y regulable según la necesidad del médico. Por lo general el proceso se realiza a partir del séptimo día de la cirugía mediante un control remoto externo. En este proceso los pacientes necesitan un seguimiento estricto del médico qué tendrá que valorar rigideces articulares y formación de huesos con radiografías, por ejemplo.

Es un tratamiento que va a necesitar el compromiso de la familia, en el caso de los niños, y del paciente ya que son procedimientos largos que necesitaran apoyo psicológico y kinesiológico.