Al caer la tarde, cuando la jornada laboral llega a su fin, aparecen irrefrenablemente en muchos trabajadores la necesidad de parar, hacer un alto en el camino, tomarse un respiro para poder continuar con el ánimo y las fuerzas renovadas, en definitiva, aparece la necesidad de disfrutar de unas más que merecidas vacaciones, algo que, por otro lado, tarda mucho en llegar y desaparece tan rápidamente como un suspiro.

“Las vacaciones y minivacaciones durante los puentes, así como las pequeñas escapadas de fin de semana se han convertido en el mejor de todos los revitalizantes para todos aquellos que necesitan hacer un alto en el camino y reponer fuerzas, especialmente de todos aquellos que sufren un elevado grado de estrés, por lo que los destinos y el tipo de hospedaje elegidos varían mucho dependiendo de los casos” comentan desde 18 Torres.

Y es que, a pesar de que España es visto desde el exterior como un país de sol y playa en el que disfrutar de una estupenda paella, las mejores fiestas y admirar la valentía de aquellos que se ponen delante de los más peligrosos astados. No todas las personas disfrutan de los mismo, y son muchos los que intentan huir, en la medida de lo posible, de las hacinadas playas así como de las multitudinarias fiestas y plazas, decantándose por lugares y ciudades no tan concurridos durante la época estival, pero que cuentan con tantos o más encantos, que los clásicos destinos turísticos.

“Destinos como Zaragoza, pueden parecer a priori poco habituales, sin embargo, la capital aragonesa se ha convertido en el destino perfecto para los que se decanten por una escapada cultural y gastronómica capaz de colmar las expectativas de los más exigentes” indican desde 18 Torres.

Y es que, además de su enorme belleza monumental, caracterizada por la conservación de vestigios de todas las civilizaciones que la ocuparon y que ha sido reconocida por la UNESCO, el viajero podrá disfrutar del vino, vinaterías y bodegas como nunca antes. Pero un vino no es nada si no acompaña a los manjares aragoneses por excelencia, los huevos rotos, el ternasco y las carnes a la piedra harán las delicias de cuantos se hayan decantado por visitar esta ciudad, haciendo que la experiencia haya merecido la pena.

La cultura, la gastronomía, así como su excelente ubicación y el hecho de no ser un destino masificado en la época estival, hacen de la capital aragonesa, una excelente elección que no dejará indiferente a nadie.