Miguel Angel Gómez, degollado en su joyería de Mendoza al 900 el mediodía del Jueves Santo, no era un comerciante más en su rubro. El hombre, de 66 años, cumplía una pena de prisión condicional por oficiar como reducidor y vendedor de los botines que una gavilla conocida como "La banda de los palieres", desarticulada y condenada hace un par de años, robaba en departamentos céntricos de la ciudad. Por eso, la principal hipótesis que investiga la fiscal Marisol Fabbro no está ligada a un posible robo a su negocio, donde ya había sufrido al menos dos atracos, sino a su situación penal y sus vínculos con gente del hampa local.
La noticia del crimen de Gómez se conoció pasado el mediodía de anteayer y según informó la Fiscalía Regional habría ocurrido entre las 11.20 y las 12. Un llamado telefónico alertó de la situación y tanto el fiscal Adrián Spelta como la Brigada de Homicidios de la Policía de Investigaciones (PDI) llegaron al local de Mendoza 979 en cuyo interior, y sobre un charco de sangre yacía el joyero. Junto a él estaban su hijo, su hija, su esposa y una nieta, todos sumidos en el dolor. Los primeros estudios forenses indicaron que lo habían degollado, que presentaba una profunda herida de arma blanca en la garganta y que no se notaron signos de robo.