Transformar una cosa. Mutar su estado sin malgastar su esencia para reutilizarla. No hay pérdida alguna cuando existe la posibilidad de conversión y las personas se permiten el movimiento para iniciar un cambio, tal como sucede en la naturaleza. Johana y Gabriel se animaron a dejar atrás una vida entera como cirujas para saltar al vacío de lo desconocido: por entonces, integrarse al Centro Ambiental de Tratamiento de Residuos de la Municipalidad, el epicentro de las políticas públicas de residuos.
Reciclarse para potenciarse. Así entendieron el porvenir estos trabajadores informales de la basura, naturalizados en revolver lo que otros desechan para reconventirlo en dinero.No sin miedo, aceptaron el desafío de dejar atrás lo conocido para aventurarse, teniendo que desintegrarse para rearmarse en otra; en otro: Johana tiene 36 años y a los 8 ya salía a cartonear con su padrastro; Gabriel, de 44, se dedicó a la basura desde muy joven “por necesidad”, “para poder poner un plato de comida y ayudar a pagar las cuentas en casa”.