La sexta edición local de Lollapalooza en el Hipódromo de San Isidro de Buenos Aires, culminó con todos los brillos. 29, 30 y 31 de marzo, diferentes escenarios contaron con distintas presencias desde las 12 del mediodía hasta pasada la 1 de la madrugada. Más allá de los artistas que deslumbraron en escena, otros condimentos volvieron a poner al evento en lo más alto. Impulso estuvo allí y cuenta todos los detalles de la creación de Perry Farrell, quien también dijo “presente” en la versión argentina.

UN POCO DE HISTORIA

Como ya se sabe, Lollapalooza es más que un evento musical. Su nombre remite a las tribus indígenas que habitaron el territorio estadounidense previo a la llegada de los europeos. La complejidad del significado es tan amplia que puede resumirse en “aquello que deslumbra, que es especial, que destaca, que debe ser visto”.

Creado en 1991 por Perry Farrell, voz de Jane’s Addiction, el evento se realizó anualmente hasta 1997 y luego volvió a instalarse en 2003. En Argentina se lleva a cabo desde el año 2014, que para aquel entonces arrasó con las expectativas al contar con los Red Hot Chilli Peppers, entre otros artistas de gran envergadura que se reunían por primera vez en un solo evento en el país.

Otra de las particularidades es el precio, con un costo que aún se mantiene relativamente económico teniendo en cuenta la cantidad de horas y música que es posible de disfrutar.

MÁS ALLÁ DE LA MÚSICA

El festival no se reduce únicamente a la música. Diferentes sponsors ofrecen espacios con juegos y premios, invitados especiales y, algunos, se animan a pequeños sets musicales. El stand de una reconocida marca de desodorantes optó por llevar a artistas durante las tres jornadas, como Radagast junto a su banda, y Albert Baró, el joven actor de Merlí que actualmente se luce en una novela de Polka. Por otra parte, está la propuesta de Rock & Recycle y el Espacio Verde que continúa sumando ONG’s que acercan la posibilidad de conocer distintas temáticas y colaborar con diversas causas.

Este año, Rock & Recycle tuvo el objetivo de colaborar en la reforestación con árboles nativos en los espacios verdes de Buenos Aires. Para ello, alentaban a los presentes a llenar una bolsa con residuos que encuentren en el predio, y a cambio regalaban una carga cashless. Esta última tenía un valor de $350 y se cargaba automáticamente en la pulsera para canjear por comida o merchandising. Hay que recordar que desde hace dos ediciones, Lollapalooza no acepta dinero en efectivo sino que optó por agilizar las compras cargando dinero en la pulsera/entrada al evento.

Espíritu verde fue el otro espacio concientizador. Contaba con talleres, clases y charlas de yoga, masajes, baile, pintura, arte, fitness, meditación, respiración, percusión, reciclaje, cocina orgánica, entre otras cuestiones. Además, distintas organizaciones se sumaron con propuestas para mostrar al público lo que hacen desde allí.

La Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola, junto con la Embajada de Holanda; la Organización de Naciones Unidas; Médicos Sin Frontera; Amnistía Internacional; Movimiento Argentino para la Producción Orgánica: MAPO; Fundación Huésped y UNICEF; ofrecían diferentes propuestas para interiorizarse con sus objetivos y, en caso de desearlo, colaborar con cada organización.

A su vez, la concientización llegó hasta la producción del evento, que este año decidió reemplazar los fuegos artificiales del cierre de cada día, por luces de colores que no generen explosiones. De este modo redujeron el impacto ambiental y perjuicios a la población vulnerable, teniendo en cuenta personas con discapacidad, niños con autismo, ancianos, e incluso las mascotas.

INTERVENCIONES DE LUJO

Además de las distintas estructuras compuestas por escenarios, oasis (pequeños descansos con venta de bebidas y helado, más allá de los food trucks), Las Casitas de DJ y el domo con música electrónica; el arte fue otra de las principales atracciones. Lollapalooza convocó a Marta Minujín, Pablo Reinoso, Cynthia Cohen y Matías Duville, a que realicen diferentes estructuras para decorar el predio y transmitir algo del espíritu lollapaloozero.

Minujín realizó “la Escultura de los Deseos”. Se trató de un estudio de las formas que cambian y se convierten en sólidas impulsadas por aire. La misma podía atravesarse y visualizarse desde diferentes perspectivas, con una foto de la artista en tamaño real que invitaba a adentrarse al colorido mundo del inflable. Por otra parte, Reinoso realizó el Lolla Chill Out, una instalación que ofrecía relax y una experiencia musical diferente.

Cohen realizó el corpóreo de Lollapalooza que recibía al público, con anillos y piedras preciosas que permitían reflejarse en la estructura. De esta manera, los presentes podían verse inmersos íntegramente en la experiencia del festival. Finalmente, Duville presentó Centolla Society, un proyecto que incluyó el despliegue de capas de terciopelo, alfombras y visuales.

Por tal motivo, más allá de los reconocidos artistas, Lollapalooza fue nuevamente un éxito. La emoción fue tal que a sólo pocas horas del final, la organización comunicó en su cuenta oficial de Twitter que pronto comenzará la venta de Early Birds para la edición 2020. ¡A no dormirse!