Todos los 24 de marzo se celebra el Día Mundial de la Tuberculosis, con el objetivo de concientizar acerca de esta epidemia global. Por este motivo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se propuso una meta ambiciosa: terminar con la enfermedad en 2035.

Este es el segundo año de la campaña “Unidos para poner fin a la Tuberculosis”, enmarcada en una estrategia que comenzó en 2015. El organismo dio a conocer (en un informe de 2017) que esta patología es la novena causa mundial de muerte y la primera por enfermedades infecciosas (por encima del VIH-Sida). En 2016 estiman que provocó más de 1.3 millones de muertes, al tiempo que la contrajeron 10.4 millones de personas. Siete países acaparan el 64% de la mortalidad total: India, Indonesia, China, Filipinas, Pakistán, Nigeria y Sudáfrica.

De todas formas, algunas cifras son alentadoras: la mortalidad por tuberculosis disminuye en un promedio de un 3% anual y su incidencia (la cantidad de nuevos casos anuales), en un 2%. Claro que aun estamos lejos de los objetivos a largo plazo de la OMS. Para 2035 el organismo espera reducir la mortalidad en un 90% y la incidencia, en un 80%.

¿Cómo lograrlo? Mediante varias estrategias. Por un lado, es preciso saber que la enfermedad puede evitarse con un diagnóstico precoz y un tratamiento apropiado. De hecho, gracias a esto entre 2000 y 2016 se evitaron 53 millones de muertes. En este sentido, es fundamental que se amplíe la atención y la prevención a todo el mundo.

Para esto, se necesita que los Estados Miembros de la OMS adopten el compromiso y lo pongan en práctica, lo que incluye financiamiento. Al respecto, la institución estima que aun necesitan 2000 millones de dólares para cubrir el costo total de las intervenciones sanitarias.

La tuberculosis es una enfermedad infecciosa que suele afectar los pulmones. Es causada por una bacteria (Mycobacterium tuberculosis) y se contagia de persona a persona mediante gotículas generadas en el aparato respiratorio. Esta patología se cura mediante la administración de antibióticos durante seis meses. Sin embargo, la OMS está especialmente preocupada por el aumento de los casos de infección por cepas de la bacteria resistentes a los fármacos, ya que dificultan su tratamiento.