La maestra rosarina Cristina Gómez Centurión, finalista del Global Teacher Prize, más conocido como el premio Nobel de Educación. Viajará mañana a Dubai para participar de la fase final del galardón.
Quedó seleccionada entre 10 mil docentes de 179 países. Trabaja en dos escuelas marginales de Rosario, donde innova con clases a través del celular. Jamás imaginó que la podrían reconocer por su trabajo. Su recorrido no fue fácil. La curiosidad y las ganas de mejorar fueron su motor imparable.
Además de docente, es esposa y madre. Tiene tres hijos, uno de ellos recibió dos trasplantes renales y la más chiquita tiene síndrome de Down.
El recorrido de Gómez centurión no fue fácil. En 2001 tuvo que emigrar a España por la crisis económica y empezar de nuevo. Una década más tarde pudo regresar y consiguió trabajo en dos escuelas en barrios muy marginales de la ciudad.
Durante 10 años vivieron en Santiago de Compostela. Allí consiguió trabajo en varias ONG's de mujeres y de inmigrantes. "Queríamos volver, extrañábamos la familia, los amigos. Teníamos el corazón partido, porque mi hijo mayor ya se había vuelto y mi mamá y mi suegra nos necesitaban", explica. Eso fue lo que los llevó a tomar la decisión de regresar, pero esta vez a Rosario.
Cuando volvió a su ciudad natal, encontró trabajo en la escuela Santa Margarita, en Güiraldes 400 bis, en el corazón de Villa Manuelita, donde volvió a empezar su vida profesional en la docencia.
Allí se encontró con otro mundo, donde sus alumnos atravesaban serias necesidades y era imposible que contaran con libros para estudiar. Realizó campañas para equipar la biblioteca, pero luego decidió hacer algo diferente.
La idea
"Todos tenían celulares y era una lucha para que no los usaran en clases, entonces pensé que habría que implementarlo. Cuando les dije que los íbamos a usar, los chicos no lo podían creer. ¡Se engancharon!", confiesa con una amplia sonrisa.
Lo primero que hizo fue armar el blog: profecristinablog.com y allí subir todo el material para que los chicos pudieran aprender, ver mapas, interactuar y hasta crear.
Y cuenta que, por ejemplo, en una clase de historia del arte, como no podía sacar a los chicos a caminar por la zona, por la inseguridad, les pidió que sacaran fotos con el celular por donde anduvieran. "Volvieron con imágenes increíbles que nos sirvieron para hablar de la arquitectura de Rosario", relata entusiasmada.
El año pasado recibió una visita de autoridades extranjeras que le comunicaron que había sido seleccionada para recibir el máximo premio de educación junto con otro docente argentino y 48 más de diferentes partes del mundo. Aún no puede creer que alguien se haya percatado de su trabajo no sólo a nivel nacional, donde después del anuncio del Global Teacher Prize recibió incontables distinciones, sino también a nivel internacional.
Emocionada, y casi con un pie en el avión para partir hacia Dubai, aclara que en realidad la mayor satisfacción se la dan sus alumnos, cuando se superan.