Los papeles blancos tamaño oficio que parecían ser curriculum y sujetaban en sus manos dos hombres frente la oficina de una empresa de montajes de Capitán Bermúdez simulaban perseguir el noble objetivo de conseguir un empleo en estos tiempos de crisis. Sin embargo, en realidad se trató de un ardid pensado por una pareja de hampones que logró así ingresar al lugar, reducir a empleados con armas de fuego, atarlos de pies y manos con alambres bajo amenazas de muerte y finalmente apoderarse así de una suculenta suma de dinero que, si bien no se confirmó oficialmente, rondaría los 750 mil pesos en efectivo y estaba destinada al pago de salarios quincenales de unos sesenta empleados.
El audaz atraco tipo comando ocurrió la tarde del lunes, alrededor de las 16.15, en las oficinas de la empresa ACR Maquinarias dedicada a montajes estructurales. Esa sede administrativa está ubicada sobre la avenida San Roque 492 de la ciudad de Capitán Bermúdez, una arteria de doble mano que cruza la ruta 11 en el kilómetro 30 (a esa altura avenida San Lorenzo.
Hojas blancas
En el lugar, un local a la calle con ventanales y puertas de blíndex con rejas de seguridad. Se encontraban un ingeniero y dos empleados. Cuando el profesional se retiraba luego de cumplir su jornada laboral. En la vereda advirtió la presencia de dos hombres que sostenían hojas blancas tipo A4.
"Dijeron que querían entregar curriculums. Como eso es habitual, el ingeniero volvió a ingresar a la oficina y le avisó a los empleados.
Uno de falsos aspirantes todavía tenía el casco puesto, se recostó del lado de afuera en un costado de la puerta de rejas mientras su cómplice entregaba el papel por entre los barrotes a la persona que lo entendía.
Picaporte sorpresa
En medio de una situación rutinaria, la medida de seguridad que tenían los empleados para mantener la puerta de rejas cerrada (sólo podían abrirla ellos desde adentro con un picaporte) se diluyó de repente. En un descuido del empleado, uno de los delincuentes extrajo también un picaporte que llevaba consigo y en un segundo destrabó el pestillo.
Una vez adentro empujaron al empleado, le aplicaron un culatazo en la cabeza, lo ataron de pies y manos con un alambre y le ordenaron que se quedara boca abajo junto a un escritorio. A su compañera también le sujetaron las muñecas y los tobillos con torniquetes de alambre, pero no la golpearon.
Bajo amenazas de muerte, los intrusos exigieron la entrega del dinero. "No se levanten ni miren. Viejo, sabemos que hay plata acá, decinos dónde", vociferó el más exaltado. El empleado señaló un mueble específico y no quedó más que forzarlo para sacar los fajos de billetes en efectivo.
No conformes con lo sustraído, insistían nerviosos una y otra vez: "Dale que hay más plata". La mujer trató de tranquilizarlos y explicarles que ya no había más dinero en efectivo porque lo disponible se había utilizado para el pago de salarios.