Golpes, quemaduras, cortes o rasguños. No importa la forma que tomen, todas estas acciones están direccionadas hacia un mismo lugar: el propio cuerpo. A estas prácticas se las conoce como autolesiones y, en general, se realizan sin intensión suicida. Sin embargo, hay que tener presente que detrás de estas conductas puede haber un profundo malestar psicológico y/o un trastorno de personalidad que, sin tratamiento, podría desarrollarse negativamente. Por eso, en el Día mundial de la concientización sobre la autolesión intentaremos entender qué hay detrás de esto y cómo podemos vincularnos con las personas que lo hagan.

Lo primero que nos preguntamos es qué lleva a una persona a lastimarse. Si bien cada caso es único y cada persona está inserta en un contexto determinado, en general este tipo de conductas comienzan en la adolescencia (etapa de cambios y crisis constantes). Quienes las practican tienden a pensar erróneamente que al provocarse dolor físico disminuyen su dolor psíquico, algo que les resulta intolerable. Entonces, a través de las autolesiones buscan regular las emociones displacenteras, al tiempo que intentan -de forma no verbal- pedir ayuda a los demás.

Por lo tanto, estas personas no logran controlar sus emociones ni expresarlas de manera adecuada. En este sentido, suelen tener relaciones interpersonales de una extrema intensidad, no manejan los impulsos y no toleran la frustración. Se muestran absolutamente dependientes en lo afectivo y presentan actitudes de tipo dicotómicas: aman y odian enérgicamente.

En cuanto a las causas, no hay una única razón para que alguien decida lastimarse a sí mismo, existen una multitud de ellas. Entre las más frecuentes encontramos:

  • una mala relación con la familia;
  • bullying;
  • trastornos de ánimo;
  • rechazo a los cambios físicos;
  • depresión;
  • estrés;
  • ansiedad;
  • trastornos de alimentación
  • necesidad de llamar la atención;
  • necesidad de pertenecer a un grupo.

Es importante aclarar que no siempre estas conductas se asocian en forma directa a un trastorno límite de la personalidad y de estado de ánimo. En muchos casos se asocian a serios problemas emocionales, escolares, relacionales, baja autoestima y un claro rechazo a su imagen corporal, lo que requiere la misma importancia e intervención.

Si una persona de tu entorno muestra autolesiones debés tener en cuenta estos pasos a seguir:

  • solicitar una evaluación psiquiátrica y psicológica para determinar qué hay detrás de esta conducta peligrosa;
  • no estigmatizar a la persona;
  • mostrar preocupación, contención y dar espacio al diálogo;
  • no juzgarlos ni reñirlos;
  • participación de la familia del paciente en el tratamiento.

Por último, es preciso considerar que el mejor abordaje es la combinación entre farmacoterapia y psicoterapia.